domingo, 17 de mayo de 2009

RADIO AH-AH


“Y la sed ardiente de mi dulce amor calmaré en la copa de tu boca en flor”

Uno imagina a señoras que esgrimen la moralina tipo Mirta Legrand meneando cabezas al ritmo de este tema de Charles Aznavour, Apaga la luz, y cuesta creer que toda una generación venga a hacerse la escandalizada después de tararear una imagen poco enmascarada de una hermosa acabada en la boca de una muchachita virgen.

Aznavour, viejo fiestero, poniéndole acento francés a qué otra cosa que no sea un buen beso francés.Ahora bien, ¿Para qué pide el señor que apaguen la luz? ¿Tiene vergüenza de mostrar su desnudez, pero no de amenazar con una eyaculación flagrante?

Sobre la frase en sí, se entiende lo del semen hasta la garganta a la perfección. Lo que no termina de cerrar es lo de poner sed candente en una copa, salvo que se busque partirla en dos, y ahí volvemos al tema de la luz. ¿Será acaso una amenaza que oculta un propósito mucho más profundo, envite al cual una jovencita primeriza podría huir por anticipación dolorosa? Y en la oscuridad, ante una negativa rotunda a perpetrar la penetración inesperada fuese más fácil alegar confusión o yerro y seguir por la senda tácita y no quedarse con las ganas de, al menos, un misionero?

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“Y la sed ardiente de mi dulce amor calmaré en la copa de tu boca en flor”





Uno imagina a señoras tipo Mirta Legrand meneando cabezas al ritmo de este tema de Charles Aznavour, Apaga la luz, y cuesta creer que toda una generación venga a hacerse la escandalizada después de tararear una imagen poco enmascarada de una hermosa acabada en la boca de una muchachita virgen.

Aznavour, viejo fiestero, poniéndole acento francés a qué otra cosa que no sea un buen beso francés.

Ahora bien, ¿Para qué pide el señor que apaguen la luz? ¿Tiene vergüenza de mostrar su desnudez, pero no de amenazar con una eyaculación flagrante?

Sobre la frase en sí, se entiende lo del semen hasta la garganta a la perfección. Lo que no termina de cerrar es lo de poner sed candente en una copa, salvo que se busque partirla en dos, y ahí volvemos al tema de la luz. ¿Será acaso una amenaza que oculta un propósito mucho más profundo, envite al cual una jovencita primeriza podría huir por anticipación dolorosa? Y en la oscuridad, ante una negativa rotunda a perpetrar la penetración inesperada fuese más fácil alegar confusión o yerro y seguir por la senda tácita y no quedarse con las ganas de, al menos, un misionero?